El camino a Marraquech ha sido largo, tortuoso y duro; hemos tardado 4 años en recorrerlo y otros 26 en prepararlo. En un principio, la mayoría de los estados miembros de la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) consideraron algo antinatural que se les pidiera que colaborasen en un tratado sobre excepciones y limitaciones. Les resultaba difícil entender por qué era necesario un tratado de estas características y no comprendían que nada de lo que contenía el texto propuesto dañaría el régimen internacional de copyright. En las fases finales de la negociación hubo quien quiso ver el tratado como un “incentivo para los editores”, mientras otros lo interpretaron humorísticamente como un “tratado para proteger de las personas con dificultades para el acceso al texto impreso a los titulares de derechos”.
Dan Pescod, por aquel entonces vicepresidente de la campaña “Derecho a la lectura” y director de campañas del Royal National Institute of Blind People (RNIB), empezó una de sus muchas y útiles notas informativas con una cita de Mahatma Gandhi: “primero te ignoran, después se ríen de ti, después te atacan y luego ganas”. Cuando leí esto estábamos en la fase “te atacan” y era increíble ver con qué exactitud se estaban reproduciendo las fases de una estrategia exitosa del activismo pacífico en nuestra propia lucha por conseguir el Tratado. Por ello, no solo durante esa fase, sino incluso minutos antes de la adopción del tratado en Marraquech, ninguno de nosotros estábamos seguros de si ganaríamos al final, no fue hasta que pudimos escuchar el sonido del mazo certificando la adopción del tratado que pudimos respirar algo más tranquilos.
Hasta hace tan solo 5 años contar con una herramienta como el Tratado de Marraquech era solo un sueño; un sueño que no muchos creían se haría realidad un día. Es una herramienta internacional y jurídicamente vinculante en materia de derechos humanos, pero solo es eso, una herramienta; tampoco se puede considerar como la solución a la “hambruna de libros”, sino parte de la misma. Ahora ha llegado el momento de que todos los países que han ratificado o están dispuestos a ratificar el tratado hagan que esta solución parcial funcione. Llevará tiempo, pero nunca es demasiado tarde y de eso sabemos mucho, ya que uno de nuestros puntos fuertes durante todo el proceso ha sido la paciencia, que ha resultado ser nuestra mayor virtud.
El tratado entro en vigor el 30 de septiembre de 2016, tras conseguir las primeras 20 ratificaciones. A día de hoy el tratado ha sido ratificado por 39 países de distintas partes del mundo, de los cuales 3 son miembros de la EBU: Rusia, Moldavia e Israel. En 2018 tendrán lugar dos ratificaciones muy esperadas e importantes: Estados Unidos y la Unión Europea en nombre de sus 28 Estados miembro.
La Unión Europea firmó el tratado el 30 de abril de 2014, les llevó casi el mismo tiempo que le llevó a la OMPI acordar los dos textos legislativos que entrarán en vigor en octubre de 2018: la Directiva (EU) 2017/1564 que se aplicará en los Estados miembro de la UE y el Reglamento (EU) 2017/1563 que regulará la aplicación del Tratado entre los Estados de la UE y aquellos Estados que no son miembro de la UE; ambos modifican el marco legislativo existente en la Unión incorporando una excepción obligatoria a las normas sobre derechos de autor afectadas en base a lo contemplado en los artículos del Tratado de Marrakech.
Ya se trate de un Estado miembro de la UE o no, los 42 miembros de la EBU deberían ratificar el tratado, cuanto antes mejor, siempre teniendo en cuenta para lo que es: ayudar a terminar con la hambruna de libros a la que hacen frente las personas que son ciegas, deficientes visuales o con otras dificultades para el acceso al texto impreso, 30 millones en Europa. Gracias al Tratado de Marrakech se incrementará el número de materiales impresos, incluyendo partituras, que podrán enviarse de un país a otro, bajo un marco jurídico vinculante para todos, formado por excepciones nacionales a los derechos de autor y por un régimen internacional de importación/exportación para el intercambio transfronterizo de obras accesibles. Esto facilitará el acceso a la cultura y por tanto a la educación, lo que sin duda nos permitirá tener acceso a trabajos mejores y por último poder alcanzar la inclusión en la sociedad global y digital en la que vivimos en la actualidad.
Al igual que hicimos en nuestro país durante las negociaciones para conseguir la ratificación, durante el proceso de implementación tendremos que asegurarnos de que todas las partes implicadas entiendan las disposiciones del Tratado, trabajando de manera estrecha con sus gobiernos nacionales para una implementación acertada y plena del Tratado, concienciando y formando a los funcionarios gubernamentales sobre la necesidad y la importancia del Tratado. Uno de los aspectos cruciales del Tratado es que contiene muchas medidas preventivas para garantizar la protección de los intereses de los titulares de derechos. Por ejemplo, se define de manera cuidadosa las organizaciones que pueden hacer uso del Tratado, como las organizaciones y bibliotecas para personas ciegas o deficientes visuales, así como los formatos y los beneficiarios (personas con dificultades para el acceso al texto impreso). Además se establece claramente que el Tratado solo permite la creación y envío de libros en formatos accesibles sin fines lucrativos. Ninguna organización puede ni hará uso del Tratado para competir con las editoriales en el mercado abierto. Nuestro deseo es poder comprar todo tipo de libros a la vez que lo hacen las personas videntes, en vez de tener que esperar a que se hagan versiones accesibles, en aquellos casos en los que esto es posible.
Por lo tanto, los propios beneficiarios del Tratado implementarán el Tratado, ya se trate de individuos u organizaciones de personas con dificultades para el acceso al texto impreso. No se trata de un tratado basado en suposiciones, en una necesidad que se vaya a generar como consecuencia del Tratado; que necesitábamos la solución que hemos conseguido tras años de duras negociaciones es una realidad, esa necesidad existe y existía mucho antes de que la solución se propusiese.
Muchas personas han luchado para que este tratado se hiciese realidad, y ahora que existe es obvio que queremos que se aplique y utilice de manera eficaz, porque no tiene ningún sentido gastar una cantidad de dinero, tiempo y recursos considerable en un tratado que no se vaya a utilizar nunca, sobre todo cuando todo lo que necesita para ser eficaz es una buena dosis de voluntad política, eso es todo, el resto vendrá por sí solo.
La EBU considera que es esencial concienciar sobre este tema, no solo porque se trate de un asunto de derechos humanos, sino porque afecta a 30 millones de personas en Europa, por eso es por lo que tiene que pasar a formar parte de la agenda política de cada país. De esta forma el Tratado contribuirá a la implementación de la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, lo que es más, ayudará a conseguir muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, contribuyendo de manera directa a que su lema, “sin dejar a nadie atrás”, sea una realidad.
En este viaje hemos tenido muchos aliados a los que quisiera dar las gracias en nombre de la EBU, como por ejemplo a nivel internacional la Unión Mundial de Ciegos, la OMPI e IFLA, además de muchos otros a nivel nacional. Todos juntos formamos un excelente equipo, dispuesto a cambiar las vidas de muchos ciudadanos en Europa y fuera de Europa. El milagro de Marrakech es nuestro lema, ¡ven y únete a nosotros!
Bárbara Martín Muñoz, vicepresidenta segunda de la EBU y líder de la campaña del Tratado de Marrakech en representación de la EBU.