En el Reino Unido hay más de dos millones de personas ciegas y deficientes visuales; muchas con otras discapacidades añadidas como diabetes y artritis. Estas discapacidades pueden causar pérdida de sensibilidad en los pies y las manos. La mayoría de estas personas dependen del transporte público toda su vida.
He utilizado el tren a lo largo de toda mi vida; los primeros 24 años como deficiente visual, con visión solo en un ojo, ya que me extirparon el ojo izquierdo cuando tenía un año; durante los últimos 54 lo he utilizado como persona ciega total. Todavía uso el tren de manera regular, a menudo para asistir a reuniones en Londres, un viaje de unos 50 minutos. Cuando tenía resto visual nunca pedía ayuda, pero por aquel entonces había personal de sobra en los trenes y en las estaciones. Siempre había personal en las oficinas de reserva de billetes, a todas horas. En aquella época trabajaba de chef en Londres, por lo que tenía que coger el tren muy temprano y a menudo no volvía a casa hasta tarde. Siempre había personal al que recurrir, lo que me daba mucha confianza al viajar. Podía leer los letreros con los nombres de las estaciones porque tenían letras muy grandes y siempre había revisores en los trenes que ayudaban a los pasajeros con el equipaje, etc.
En los últimos cincuenta años he visto como ha disminuido el número de empleados, por lo que viajar de forma segura y con confianza se ha convertido en algo más difícil para las personas ciegas y deficientes visuales. Desde 1970, como miembro de la Federación Nacional de Ciegos, he luchado para que hubiese personal en las estaciones y anuncios por megafonía en las estaciones y en los trenes. Tras muchos años de trabajo con el Departamento de Transporte y varias compañías ferroviarias, el reglamento estipula que todos los trenes deben tener y utilizar sistemas de megafonía para sus anuncios. Esto le da a uno mucha confianza a la hora de viajar: saber dónde te encuentras en tu viaje y cuándo te estás acercando a tu estación. Lo que no ha mejorado es el número de empleados disponibles en estaciones y trenes. Muchas de nuestras estaciones se construyeron hace más de cien años y no son muy accesibles. Por ejemplo, en mi estación, Chalkwell, hay un hueco entre el andén y el tren; cuando tuve mi primer perro guía, en 1972, el perro se cayó tres veces en el hueco al subir al tren; desde entonces nunca me subo a un tren sin la ayuda de otra persona: si no hay personal disponible entonces le pido ayuda a otro pasajero.
El reglamento ferroviario estipula que las personas con discapacidad deben reservar asistencia con antelación, lo cual he hecho algunas veces cuando he tenido que hacer viajes en los que tenía que hacer trasbordo en Londres: algunas veces ha funcionado y otras no. Nunca hago una reserva cuando tengo una reunión en Londres porque nunca sé cuánto va a durar la reunión y si cojo un taxi desde el lugar de la reunión hasta la estación tampoco sé cuánto va a tardar. Tengo teléfono móvil desde 1992; cuando me faltan diez minutos para llegar a la estación llamo por teléfono y mandan a un miembro del personal para que venga a buscarme al taxi; esto funciona mucho mejor que reservar asistencia por adelantado. Una vez que estoy en el tren el personal llama a mi estación de llegada y por lo general hay alguien para recibirme cuando llego.
Hoy en día hay muchas estaciones que no están dotadas de personal, por lo que muchas personas con discapacidad no pueden utilizar estas estaciones como lugar de salida o de llegada. El Instituto de Investigación para Consumidores con Discapacidad ha llevado a cabo estudios en nombre de las compañías ferroviarias sobre el sistema de ayuda in situ que yo utilizo para la asistencia. Defendemos que todo el personal ferroviario debería recibir formación sobre cómo asistir a las personas ciegas y deficientes visuales. El sistema de solicitud de asistencia in situ solo funcionará si todas las estaciones están dotadas de personal a todas horas.
Las máquinas expendedoras de billetes están muy bien para aquellos que puedan utilizarlas, pero muchas personas no pueden. Dado que el número de personas ancianas se duplicará en los próximos diez años, necesitamos que haya más personal que pueda ayudar a estos pasajeros: muchos necesitan ayuda con el equipaje a la hora de subir y bajar del tren y muchos necesitan rampas que cubra el hueco existente entre el andén y el tren.
Si bien se están construyendo trenes para el futuro que tienen en cuenta la accesibilidad, es importante que haya más personal, tanto en los trenes como fuera de los trenes, para que las personas ciegas y deficientes visuales puedan tener la confianza suficiente para viajar.
Por Jill Allen-King, OBE